Hoy en día, ha quedado desactualizada la frase del poeta francés George Duhamel “donde el olivo se termina, acaba el Mediterráneo”. 

En 1980 en el planeta había del orden de 7,5 millones de hectáreas plantadas de olivar, fundamentalmente tradicional, en 23 países de los 5 continentes, en su mayor proporción de secano, y entre los paralelos 35° y 45° de latitud norte, pues en el hemisferio sur, aunque ya había algún olivar, no se había desarrollado como cultivo económico de relevancia, aunque a posteriori, se desenvolvió entre los 35º y los 41º sur. 

De forma gradual, en primer término comienza el desarrollo de la olivicultura, con olivares intensivos, con origen en la década de los 60, empiezan a partir de la segunda mitad de la década de los 80 a desplazar a olivares tradicionales donde la dotación de agua lo permitía, o a sustituir a cultivos de diferente índole, como cereal, oleaginosas, etc. llegando en la actualidad a suponer en el planeta 2,5 millones de hectáreas, del orden del 22 por ciento del total de la superficie actual de olivar, el contenido de árboles por hectárea es de entre 300 y 600, de forma aproximada, y con  un rango de mecanización superior al tradicional.   

En el mismo sentido, durante la década de los 80 surge otra olivicultura más avanzada, en este caso, con algo más de densidad, denominado olivar de alta densidad, y que ostenta un número de plantas que podría oscilar de entre 600 y 900 por hectárea, mucho más mecanizable, en este caso ostenta un porcentaje sobre el total de área cubierta de olivos en el planeta del 6 por ciento.      

En 1995 y teniendo como origen Finca Valonga, en Huesca, surge otro tipo de olivicultura, el olivar en seto, ostentando en la actualidad casi el 4 por ciento del total de la superficie de olivar del mundo, que actualmente supera los 11,6 millones de hectáreas, haciendo un símil comparativo, el olivar que cubre el planeta, supone un área parecida a la totalidad de superficie de la Comunidad Andaluza, o de Portugal. 

Por lo tanto, tras 42 años hemos pasado a un hecho inédito, pues ya en el planeta hay más de 66 países que producen aceite de oliva, suponiendo el olivar tradicional menos del 68 por ciento del total del área cultiva de olivos, y produciéndose aceite de oliva en países como Canadá, por encima de los 46º latitud norte, o en la Patagonia argentina, por debajo de los 41º latitud sur, estas son las almazaras más radicales en su situación en términos australes y boreales respectivamente.    

Esta evolución, tanto en la forma de cultivar el olivar, como en los lugares de cultivo, está vinculada a  dos razones, en primer término al modo en que se está radicalizando el clima y las anomalías que ello conlleva en unas y  otras zonas, y por otro, a  que la población rural dedicada a la agricultura de forma activa ha pasado, en menos de 50 años, de ser del 42 por ciento, a preverse que en 2050 no alcanzará el 20 por ciento, siendo para Europa menos del 4 por ciento, mientras que para África, resultaría ser algo inferior del 40 por ciento para entonces.

Centrándonos en el olivar en seto, en la actualidad supone una superficie de 450 mil hectáreas, y este se está adecuando en función de los dos anteriormente factores mencionados, la combinación entre una mayor adaptabilidad del olivo a nuevas áreas geográficas, y la falta de disponibilidad de mano de obra en ciertas zonas. 

Poniendo este tipo de olivar en contexto, una campaña normal, genera una producción de aceituna de casi 3,3 millones de toneladas, una cuantía de casi 450 mil toneladas de aceite de oliva, fundamentalmente virgen extra, casi el 36 por ciento del aceite de oliva virgen extra obtenido en el mundo. 

La cifra de negocios que genera dicho tipo de olivar es de más de 2.000 millones de euros por campaña, esta campaña mucho más de esta cuantía.  

Creación de nuevos microentornos de olivicultura

Actualmente se han creado una docena de microentonornos de olivicultura, vinculados a su agroindustria, cuya idiosincrasia, nivel tecnológico aplicado, conocimiento, experiencia y modo de trabajo es distinto, e igual entre ellos. De las 10 almazaras más evolucionadas, y de mayor rango de molturación del planeta, 9 se encuentren en zonas deslocalizadas de las zonas habituales de olivar, donde entre otros factores, el olivar en seto ha ejercido como palanca transformadora de innovación, divulgador de la cultura del olivo, y fomento del consumo de aceites de oliva. 

Arabía Saudí, Argentina, Chile, California (USA), Australia, Alentejo Portugués, China, etc. son lugares no habituales donde se ha plantado olivar en seto, y que anteriormente nos ostentaban este tipo de cultivo. 

 

 ¿Cuáles han sido sus efectos? 

El primero de ellos, crear un incremento de demanda de aceites de oliva, generando países con un déficit productivo de aceites de oliva, y un elevado consumo que en momentos como el actual sustentan una demanda de calidad. 

En otro orden de cosas, han creado una nueva olivicultura de precisión, lo que optimiza el uso de recursos como la energía, los agroquímicos, o el agua, y con explotaciones inverosímiles hasta ahora en el ámbito de la olivicultura que en la mayor parte de las veces superan las 2.000 hectáreas, de superficie, llegando hasta las más de 7.000, en una sola linde. 

Dichos entornos, en términos de agricultura, generan una necesidad de recolección, por el tamaño de las explotaciones y la disponibilidad de recursos, que en ocasiones, y  por finca, superan los 4 millones de kilogramos de aceituna diaria, lo que dificulta la actividad debido a lo corto de la campaña, y la idiosincrasia del fruto en su molturación, habiéndose generado una nueva tipología de almazaras (tan solo una de estas produce más aceite de oliva que los 55 países productores de aceite de oliva no principales de forma conjunta), el 70 por ciento de estas superan  los 100 millones de kilogramos de aceituna molturada por campaña, disponen de maquinaria eficiente, y con capacidades que hacen que produzcan, por cada una, más de 1 millón de kilogramos de aceite de oliva virgen extra, en un solo día, y requieren de un nivel de formación, experiencia, coordinación, tecnología, y coordinación, propios de proyectos de la talla de los dirigidos por Pierre Satre, ingeniero jefe, y responsable del Aérospatiale-BAC Concorde, poniendo de manifiesto una vez más, que  el campo condiciona los eslabones posteriores, y en especial a la agroindustria, las almazaras.   

Juan Vilar – Consultor Estratégico