Juan Carlos Hidalgo, Javier Hidalgo, Ana Leyva, Victorino Vega.

IFAPA Centro Alameda del Obispo. Av. Menéndez Pidal S/N. 14004 Córdoba.

Una gran superficie del olivar andaluz vegeta en suelos calizos y arcillosos siendo el potasio (K) el elemento que mayores problemas plantea desde el punto de vista de la nutrición, especialmente en los años de grandes cosechas y de baja pluviometría, agravándose en aquellas situaciones en las que la sequía se prolonga durante el otoño.

La respuesta del olivar a la aplicación de fertilizantes potásicos depende de las características físico-químicas del suelo, la pluviometría de la zona, la tipología de olivar y, por supuesto, del modo de aplicación del abonado.

A nivel fisiológico, el potasio juega un papel importante en la acumulación de hidratos de carbono y grasas en los frutos, así como en los procesos de transpiración y movimiento de agua en la planta, regulando el mecanismo de apertura y cierre de estomas. La mayor demanda de K se produce a medida que se desarrollan los frutos (Figura 1), que acumulan grandes cantidades de este elemento durante el período de maduración, pudiendo ocasionar deficiencias temporales de K, incluso en suelos relativamente bien provistos de este nutriente.

Figura 1. Evolución del contenido de potasio en frutos de olivo en árboles en carga con riego por goteo de la variedad `Picual´ en la Finca Alameda del Obispo-Córdoba.

Tradicionalmente se ha recomendado que la fertilización potásica se realice solamente cuando el resultado del análisis foliar muestre unos contenidos en potasio en hoja inferiores al valor umbral 0.8% sobre materia seca en muestreo realizado en el mes de julio, fundamentalmente en olivares de secano (Navarro, 2003).

Con carácter general, raramente se ha encontrado respuesta a la aplicación de fertilizantes potásicos al suelo en olivar de secano, y cuando esto ha sucedido los resultados se han observado a muy largo plazo. Esta falta de respuesta puede ser debida al tipo de suelo (sobre todo en casos de altas concentraciones de calcio en el complejo de cambio) y a la tipología de las arcillas, especialmente cuando se fertilizan olivares con un nivel productivo medio-bajo.

En dichas circunstancias, la fertilización foliar con K ha resultado mucho más eficaz, obteniéndose respuesta productiva al abonado K, a pesar de que los árboles presentaran un estado nutritivo en este elemento superior al referido nivel umbral (Pastor y col. 2005). Las aplicaciones foliares de K suelen ser habituales en olivar. Entre las formulaciones más empleadas se encuentran nitrato potásico, cloruro potásico o sulfato potásico a concentraciones de 1,5 a 2,5% p/v, aplicadas en primavera, verano y otoño aprovechando los tratamientos fitosanitarios (repilo y prais). No obstante, en periodos de sequía como en el que nos encontramos, se ha constatado que la combinación de estrés hídrico y un estado nutricional deficiente del olivo en este elemento pueden reducir la absorción de potasio, cuando se aplica por vía foliar (Restrepo-Díaz y col., 2008). Por este motivo, es muy importante mantener una correcta planificación de la fertilización potásica, que evite estados de deficiencia severa en K, que podrían afectar negativamente tanto al estado y desarrollo vegetativo de los árboles como a la cantidad y calidad de producción de aceituna y de aceite.

Cuando el potasio se aplica en fertirrigación, aun siendo menos móvil en el suelo que el nitrógeno, es capaz de desplazarse en profundidad y ser absorbido por las raíces de la planta una vez que se va saturando el complejo de cambio, lo cual es relativamente rápido si se tiene en cuenta que a lo largo de la campaña se aporta una gran cantidad de fertilizante en un volumen de suelo relativamente pequeño (el bulbo húmedo).

El potasio aplicado en fertirrigación ha permitido conseguir una mayor respuesta productiva frente a árboles no abonados con K, a la dosis óptima propuesta (FR, equivalente a 12,1 g K2O/kg de aceituna), con un incremento medio de cosecha del 24%, equivalente a 1.248 kg/ha y año (Vega y col., 2018).

Figura 2. Producción de aceituna en función de las aportaciones crecientes de potasio realizadas mediante fertirrigación. Olivar adulto var. “Manzanilla”, 8x6m. La Rambla (Córdoba).

Los datos anteriores corresponden a olivar de aceituna de mesa, en el que la recolección se realiza a finales de septiembre o principios de octubre. Las aceitunas en ese momento no han completado el proceso de maduración y formación de aceite, por lo que el consumo de potasio por parte del fruto no es tan elevado como en olivar de almazara. En este tipo de olivar, consideramos que la dosis óptima de potasio puede oscilar entre 15 y 18 g K2O/kg.

Trabajos recientes, Haberman y col. (2019), han obtenido resultados en la misma línea, en olivar intensivo de regadío, consiguiendo incrementos de producción en olivos que mantenían valores en hoja superiores al nivel considerado como adecuado.

 

La aplicación de potasio en fertirrigación puede afectar el proceso de maduración de los frutos (Hidalgo y col., 2011). Cuando se aplica K en árboles con estado de carga medio-bajo, las aceitunas adelantan su maduración en torno a los 10-15 días con respecto a árboles no abonados con este elemento (Figura 3a). Sin embargo, este efecto no se hace patente cuando los árboles tienen una producción muy alta (Figura 3b). 

Gráfica 3a y 3b. Evolución del índice de madurez de olivos con producción medio-bajo (izqda) y producción alta (drcha). Cada punto representa el valor medio de cuatro árboles. Las barras muestran diferencias significativas según test LSD (p<0,05).

La fertilización potásica, además de mejorar la producción del olivo, puede permitir incrementar el rendimiento graso de los frutos en condiciones de alta cosecha y aumentar el calibre de los frutos (Hidalgo y col., 2011; Hegazi y col. (2011).

 

CONCLUSIONES

Una correcta programación de la fertilización potásica es fundamental a la hora de mantener un adecuado estado nutritivo de las plantaciones, que garantice un correcto desarrollo vegetativo y una sostenibilidad de las producciones.

En años secos, la movilización del potasio en el suelo es muy reducida y salvo que se disponga de riego, las aplicaciones foliares son una alternativa muy eficiente.

Hay que controlar el estado nutritivo de los árboles mediante las pertinentes técnicas de diagnóstico (análisis foliar, análisis de savia, etc.), procurando mantener unos niveles adecuados, que contribuyan a la toma de decisiones de cara a elaborar un programa de fertilización racional.