Las razones por las que es importante mantener un adecuado estado nutricional en el olivo pueden ser obvias, una puede ser optimizar la productividad, sin embargo hay otros aspectos que puede ser interesante mencionar y que tienen que ver con la salud del cultivo. Por un lado el efecto de los patógenos sobre la nutrición y por otro el efecto de la nutrición en el control de los patógenos.
El efecto de los patógenos en la alteración de la nutrición mineral reside en la dificultad que encuentra la planta para disponer del nutriente que necesita para su normal desarrollo. Esto puede tener su origen, en el caso de los hongos, en la interferencia que ocasionan sobre el movimiento ascendente del agua y los nutrientes inorgánicos, o sobre el movimiento descendente de las substancias orgánicas, ocasionando deficiencias en los puntos de la planta donde no llegan dichos nutrientes. De hecho, algunos síntomas asociados con problemas patológicos son similares a los ocasionados por deficiencias minerales como achaparramientos, clorosis, marchitamientos, formación de rosetas, manchas en las hojas.
Bacteria y virus también pueden alterar la absorción o el transporte de nutrientes. Aunque se trate de cultivos diferentes al olivar hay trabajos que han permitido observar cuestiones muy interesantes. Tschen et al. (1983), ensayaron con una variedad de pasto (Pangola) que infectaron con un virus que atacaba a este pasto y encontraron que la infección causó la deficiencia de potasio, calcio y boro, debilitamiento de los tallos, desarreglo del sistema vascular (floema y xilema) y, en general, detención del crecimiento y formaciones en roseta de las hojas. Hayasaka et al. (1989), en plantas de remolacha azucarera infectadas con el Virus Veteado Amarillo Necrótico de la Remolacha (BNYVV), encontraron inhibición de la absorción de nutrientes al presentarse deficiencias de potasio, calcio y hierro en las hojas.
Mantener un estado nutricional bien balanceado, evitando situaciones de deficiencias y de excesos, favorece que las plantas presenten mayor tolerancia a las enfermedades. En situaciones de deficiencias las plantas están debilitadas para hacer frente a las enfermedades y los excesos solo sirven para alimentar a los patógenos.
Es conocido que en olivar el exceso en abonado con nitrógeno favorece la presencia de enfermedades como la verticilosis, el repilo, etc. Bajo estas deficiencias del nutriente, disminuye la producción de lignina y hace a las plantas más suculentas, por lo que resultan más sugestivas a los patógenos (Odgen et al., 2018), a lo que contribuye el aumento de la concentración de aminoácidos y azúcares (Marschner, 2003). Por otro lado, el déficit de nitrógeno hace que las plantas se debiliten, lo que puede favorecer el ataque de patógenos. Velasco (1999) refiere que más que la cantidad de nitrógeno, es la forma disponible la que determina la severidad de las enfermedades virales en las plantas. Para un mismo virus (Virus Mosaico del Tomate) y la misma planta hospedadora (tabaco) las fuentes de N indujeron comportamiento diferente. El nitrato (NO3 – ) causó un incremento de la enfermedad, mientras que la forma amoniacal (NH4 +), un descenso. Otros autores obtuvieron diferentes resultados, así Ben-Yephet et al. (2006) precisan que la presencia de enfermedades en la corteza y en la raíz en diversas especies ensayadas fue reducida por los nitratos (NO3 – ) y reforzada por el amonio (NH4 +). Todo lo cual parece indicar que dependiendo del tipo de patógeno y de la propia planta hospedadora las diferentes formas de nitrógeno, tiene, también, diferente efecto sobre el patógeno.
Mantener una fertilización adecuada del fósforo tiene gran relevancia en el campo de los virus. Si bien se ha comprobado en cultivos como la caña (Rasche et al., 2016) que las aplicaciones de fósforo reducen las enfermedades en semillas, así como enfermedades fúngicas en la raíz, hay que tener cuidado, porque al ser el fósforo esencial para la multiplicación de los virus, un exceso de éste puede incrementar la susceptibilidad de las plantas a dichas enfermedades víricas (Huber, 1980).
En cuanto al potasio, se ha observado en olivar que los niveles bajos hacen más susceptibles a los árboles al repilo. Las altas concentraciones de azúcares y aminoácidos en las hojas, como consecuencia de los bajos niveles de potasio, favorecen el desarrollo de los hongos (Munévar, 2004).
El calcio entra a formar parte de la pared celular, cuando hay déficit de este elemento la rigidez de la pared se pierde facilitando las infecciones (Munévar, 2004). Existe una relación en el contenido de calcio en la aceituna y la resistencia a la antracnosis, lo que explica que la enfermedad sea endémica en zonas de suelos ácidos, como la Sierra Norte de Sevilla y algunas comarca de Huelva y sur de Portugal (Moral, et al., 2014).
En el caso de otros elementos, como el magnesio, hay aspectos contrapuestos. En ensayos de cultivos de cebolla (Aguirre et al. 2006) se ha visto una relación de la concentración foliar de magnesio con la susceptibilidad a enfermedades, la posible explicación de una relación directa entre este elemento y el porcentaje de daño producido por Sclerotium cepivorum (un hongo) puede atribuirse a la mayor producción de fotoasimilados que se transportan hacia el bulbo y la raíz, los cuales intensificarían los compuestos orgánicos volátiles de aroma y sabor, que si bien son importantes en la defensa bioquímica como disuasores e inhibidores de patógenos, también pueden comportarse como atrayentes de plagas y enfermedades especificas del género, entre los que se encuentra precisamente Sclerotium cepivorum, patógeno muy adaptado al hospedador, en este caso la cebolla, capaz de emplear sus compuestos volátiles como señales de localización, activando la germinación del hongo y con ello incrementando el porcentaje de daño en la cebolla.
Conviene mencionar que las aplicaciones excesivas de cobre como anticriptogámico pueden afectar la microbiología del suelo y otorgar ventaja a organismos patógenos capaces de formar estructuras de resistencia y que aprovechando que las condiciones se le vuelven favorables y que la competencia ha sido eliminada o reducida, desencadena su germinación (Aguirre et al. 2006).
El alto contenido de manganeso puede traducirse en alta incidencia de enfermedades fúngicas en el suelo, favorecido por la reducción del pH, pero niveles óptimos pueden inhibir el crecimiento vegetativo de los hongos antes de que se desarrolle la infección. La disponibilidad de manganeso en el ámbito de las raíces y el contenido en los tejidos vegetales, juegan un papel importante en la severidad con la que se presentan estas enfermedades. De ahí que los factores que reducen la biodisponibilidad de manganeso en el suelo pueden incrementar el daño, y viceversa. (Aguirre et al. 2006).
La deficiencia en boro provoca la acumulación de azúcares en los tejidos y la presencia de paredes menos resistentes, lo que puede incrementar la susceptibilidad del hospedador a la infección.
Como conclusión de esta revisión, se puede decir que un buen estado nutricional nos asegura un buen desarrollo de las plantas, pero también un auxilio en el control sobre la proliferación de patógenos, que a su vez, puedan interferir en la nutrición de las plantas. Y recordar que, con frecuencia, los excesos en la aplicación de nutrientes, solo sirven para facilitar la reproducción de los patógenos, al poder alimentarse con ese exceso de nutrientes.
En esta optimización del estado nutricional juega un papel esencial el diagnóstico, por lo que se hace imprescindible el análisis foliar como herramienta para ello. Aprovechamos para recordar que es precisamente julio el momento idóneo para hacer los análisis de hoja.
Juana Nieto Carricondo. Área de Agronomía. Olivarum-Fundación Caja Rural de Jaén
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