Concepción García-Ortiz Civantos
Técnico especialista Principal
Ingeniería y Tecnología Agroalimentaria
IFAPA- Centro Venta del Llano
La intensificación de las explotaciones ganaderas provoca un aumento en la producción mayoritaria de purines en detrimento de estiércoles sólidos, con una composición diferente y concentrándose en poco suelo agrícola sin capacidad de absorber el gran volumen generado, convirtiéndose en un “residuo” sin valor del que hay que deshacerse.
La tendencia actual debe perseguir una fertilización racional y sostenible, en este sentido los residuos ganaderos tienen un importante valor debido a su elevado contenido en nutrientes y materia orgánica para el mantenimiento y mejora de la fertilidad de los suelos, permitiendo cerrar el ciclo de nutrientes y fomentar la economía circular. Además, no podemos olvidar el aumento continuado del precio de los fertilizantes químicos y la no restitución de materia orgánica a los suelos que está ocasionando una pérdida productiva en los mismos. Por lo tanto, los purines pueden tener consideración de recurso siempre que se cumplan los requerimientos normativos para su aplicación.
El efecto positivo de los estiércoles se debe a la presencia en ellos de materia orgánica que aumenta la disponibilidad de nutrientes, la respiración del suelo, la actividad enzimática, las poblaciones microbianas y mejora la estructura del suelo. Sin embargo, si se incorporan grandes cantidades materia orgánica procedente de los estiércoles sin que hayan sido estabilizados, se pueden provocar situaciones de falta de oxígeno en el suelo, obstrucción de poros, limitación de la permeabilidad, infiltración del agua, etc., dando como resultado una pérdida de la fertilidad del suelo.
La composición de los estiércoles va a ser muy heterogénea ya que depende de muchos factores como el tipo de animal, edad, dieta, tipo de instalaciones, si se recogen en forma líquida o sólida, con o sin cama de los animales. Otros factores que influyen en la variabilidad de la composición del purín son la época del año o las aguas pluviales.
El purín es el principal estiércol generado por el ganado porcino y es recogido en una fosa. Está formado por la mezcla de la orina y aguas de lavado del establo junto a materiales fecales sólidos y restos de comida. En cuanto a la composición se refiere, existen características comunes a todos los purines como son un elevado contenido en agua (hasta del 90%), reducida concentración de materia orgánica, macronutrientes como el nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), elementos secundarios como el calcio (Ca), magnesio (Mg), sodio (Na) y oligoelementos como el cobre (Cu), zinc (Zn) y hierro (Fe), principalmente. Aunque las concentraciones de N y P son altas, el contenido de P es muy elevado en comparación con el contenido de N, obteniéndose una relación N/P no-equilibrada que puede afectar a los cultivos.
El principal componente nitrogenado que hay presente en los purines es el amoniaco que al oxidarse se transforma en nitrato, compuesto que no es retenido por el suelo y es muy soluble. Cuando la dosis aplicada es mayor que la que puede ser utilizada por la planta puede lixiviarse contaminando aguas subterráneas. Un exceso en el contenido en nitrógeno en los purines aplicados también puede causar un descenso en las producciones.
El fósforo (P) y el potasio (K) son elementos fertilizantes necesarios para los cultivos. Debido a la elevada concentración de P los purines pueden provocar contaminación de aguas superficiales. La eficacia del fósforo presente en los purines puede ser comparable con la de un abono mineral. El potasio se encuentra en su mayor proporción en forma mineral soluble en agua siendo muy buena la disponibilidad para los cultivos, con valor fertilizante equivalente al de un abonado mineral.
El contenido en metales pesados, cobre (Cu) y zinc (Zn), son debidos principalmente a la composición de los piensos que ingieren los animales y de los medicamentos veterinarios. Aunque son necesarios en una pequeña cantidad para el desarrollo de las plantas, se van acumulando en el suelo pudiendo ocasionar problemas de fitotoxicidad a largo plazo con el resultado de daños en los cultivos y su posible incorporación a la cadena alimenticia.
Entre uno de los impactos ambientales más importantes producidos se encuentra la emisión de amoniaco a la atmósfera que procede de la descomposición de compuestos presentes en los purines. Al ser un gas, se volatiliza con la consiguiente contaminación directa de la atmósfera, contribuyendo al efecto invernadero y ocasionando malos olores e indirecta de las aguas superficiales ocasionando su acidificación y eutrofización por medio del agua de lluvia. Por otro lado el purín puede contaminar aguas superficiales y generar problemas de eutrofización por el exceso de nutrientes en el agua, con las consecuencias de toxicidad para organismos acuáticos. Por esta razón, los vertidos directos a cauces superficiales están totalmente prohibidos.
No podemos olvidar que los purines no son materiales microbiológicamente estériles y que pueden provocar la dispersión de microorganismos patógenos para la salud humana.
Hay que llevar a cabo un correcto abonado de forma que se minimicen los riesgos de lixiviación, controlando las cantidades que se aplican al suelo y teniendo en cuenta otros factores como el tipo de cultivo, la permeabilidad y textura del suelo, así como el momento de aplicación. Esta correcta aplicación permitirá una adecuada regeneración de los nutrientes del suelo. Por otra parte, si la aplicación agrícola es excesiva o incorrecta, los purines pueden derivar en un residuo contaminante para el suelo, la atmósfera y especialmente para las aguas subterráneas.
Para conseguir una correcta fertilización sin que produzca efectos perjudiciales sobre su entorno, es necesario implantar las buenas prácticas agrarias:
- Realizar un plan de fertilización de los cultivos, que tenga en cuenta las características del purín, reduciendo en la misma proporción los fertilizantes minerales. Para ello es necesario conocer las necesidades en fertilizante del cultivo, el aporte que realiza el suelo por procesos de mineralización, aportes a través del riego, la concentración de nutrientes del purín y calcular por diferencia la necesidad de fertilización mineral. Por todo esto sería interesante que se realizaran análisis de suelo para llevar a cabo cualquier plan de fertilización.
- Determinar las posibles limitaciones para la aplicación del purín. La situación geográfica de la parcela (proximidad a cursos fluviales), las características del suelo (pendiente, nivel freático, etc.), la climatología (hielo o nieve) y los cultivos (y la fase de crecimiento del cultivo) son factores que pueden no hacer aconsejable la aplicación de purín en una parcela. Además , hay que tener en cuenta si la zona está considerada como zona vulnerable a la contaminación por nitratos, en dicho caso el aporte anual de nitrógeno no puede superar los 170 kg N/ha. También hay que tener en cuenta las prohibiciones de aplicación de purines en ciertos cultivos hortícolas, principalmente aquellos de hoja comestible o que su parte comestible puede estar en contacto con el suelo.
La época y la forma en la que se aplican los purines pueden afectar el rendimiento económico de los cultivos. Los métodos de aplicación más extendidos son la extensión superficial y la inyección de los mismos a pocos centímetros del suelo, siendo este último el que presenta las mayores ventajas en cuanto a reducción en la emisión de amoniaco, mayor eficacia en la absorción del nitrógeno aplicado a los cultivos y disminución de los olores después del tratamiento.
La respuesta a la pregunta sobre la bondad o no de los purínes para su aplicación agrícola es muy sencilla, todo va a depender del uso que se le den a los mismos. Un buen aprovechamiento agronómico nos permite reducir el uso de fertilizantes minerales; mientras que una aplicación sin control puede provocar afecciones medioambientales negativas tanto por emisiones a la atmósfera como por contaminación de acuíferos y cursos de agua.